martes, 26 de febrero de 2013

Para sobrevivir


Volver. No estamos seguros. No tenemos ni la más remota idea acerca de cómo hacerlo. Lo único que sabemos es que de alguna manera u otra, tenemos que lograrlo.
Volver da miedo. A veces, nos tiembla el alma de sólo pensarlo. El problema, según parece, no es el hecho fáctico de volver. La cuestión reside en lo que podamos encontrar cuando regresemos.
Todos los miedos que nos invaden, hallan su razón de ser en lo que podamos encontrar al llegar.
Cuando uno no está, no sabe. Y cuando uno no sabe, siempre puede imaginar. A veces, la mayoría de las veces, decidimos automáticamente imaginar lo mejor. De alguna manera, nuestra mente se programa para que vivamos engañados y es, es la mejor manera de evitar la realidad. Pero al volver, todo se termina. No hay imaginación que valga. Por eso, volver, casi siempre, es confirmar.
Confirmar que todo lo que nos daba miedo, angustia, bronca, tristeza, indignación, está ahí
Esperándonos. Porque sabía que tarde o temprano, teníamos que regresar.
En estos dos, casi tres años no quise volver. Aunque lo necesitaba como nunca, no quise volver a escribir. Porque en el fondo de mí, sabía que volver a hacerlo era aceptar que lo necesitaba. Aceptar que las cosas no estaban saliendo como creía, que esta inmensa bola de problemas que me afectaban iba creciendo poco a poco, poniéndose más dura y más pesada. Tomando más fuerza para caer arriba mío. Sin piedad,  sin pedir permiso.
Aun así, tuve que volver. Porque uno no puede vivir evitando lo que no le gusta y retomar las palabras es una forma, aunque escueta y quizás vana, de enfrentar la realidad.
Entonces, preparé mi mejor mochila, la cargué de valor (el poco que me queda) y volví.
VUELVO.
Regreso a la ineludible situación en la que me encuentro. A hacerme cargo de cada una de mis afecciones y aunque no sepa cómo resolverlas, vuelvo. Las miro, las aprendo, las delimito, las clasifico y me predispongo a enfrentarlas. No hoy. Ni mañana, quizás ni siquiera dentro de las próximas semanas.
Las camino, las conozco, las interpelo. A fin de aceptarlas. Con la esperanza de ganarles y una vez más re significarme, superarme, crecer.
Pero no hoy. Hoy simplemente vuelvo.

Después de todo, alguien debe estar esperándome. Aunque sea simplemente mi nuevo yo.

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